Por eso recorrer sus pocas calles es ver cómo queda sobre el suelo las ruinas de un pasado que resiste a ser inundado. Ya más de 8 casas de la zona han sido destruidas. Algunas familias que decidieron vender a Emgesa, negociaron por dinero. Éstas casas a media que son compradas y abandonas; Emgesa las destruye, dejando sólo las ruinas y la desolación.
La casa grande y comunitaria, era la casa de la hacienda que se tomaron, era un bien comunitario testigo de la lucha campesina y los sueños compartidos. Esta casa fue una de las primeras destruidas, pero también deberá ser destruida la escuela y una bella iglesia que la comunidad con esfuerzo construyó.
Martha y Ricardo Rivera, Belén Chauz ancianos de la vereda, la primera era una mujer que resistió mucho tiempo contra la represa El Quimbo. Un día por decisiones económicas, familiares y de salud; decidieron vender rápido y no seguir aguantando las presiones de Emgesa y el dolor de dejar su tierra, como si quisieran acabar una tragedia para olvidar que algún día la vivieron.
El precio fue irrisorio por su predio, Emgesa de manera criminal pagó por hectárea 14 millones de pesos, una suma ínfima en relación a las tierras productivas y con sistema de irrigación. Precio alejado del valor real por el derecho de la Unidad Agrícola Familiar.
Ricardo no logró comprar con eso dinero ni una hectárea de tierra y le tocó invertir dinero para arreglar la casa del nuevo predio. Ahora ya no tienen ingreso, lo que agrava su subsistencia. Ahora la vida de este adulto es incierta y las ruinas de lo que era su casa con la de Belén y Martha son ejemplo de la perdida material y emocional causada por la represa en sus vidas. Estos pobladores como muchos otros se sienten ahora robados por Emgesa.
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